No es simplemente una definición, o tres, va más allá. La relación de las personas con el producto o servicio ha evolucionado en los últimos años una barbaridad.

Durante mucho tiempo, la relación que había con las personas o con el universo era unidireccional. Yo te digo que compres esto y tu lo compras. Éramos eminentemente personas que adquirían un producto a cambio de una emoción o de una sensación de pertenencia. Y esto lo hacía la publicidad. La felicidad, como decía Don Draper en Mad Men era el principal objetivo del comprador. No importa nada, yo te digo cómo tienes que ser feliz y además te digo lo que necesitas.

Luego vinieron los clientes y las marcas se tuvieron que esmerar. Ya no vale que te compren, ahora las empresas buscan algo más, que los compradores repitan, que seas fiel, que te mole lo que vendemos. Hemos pasado, por tanto de una situación exclusivamente unidireccional a otra en donde la persona es capaz de empezar a decidir su compra. Pero el concepto es el mismo. Si antes te encajaban un producto y tu lo comprabas y daba igual si era bueno o malo, ahora no. Ahora el producto tiene que enganchar para fidelizar. Años 80/ 90 y esto llega al extremo. Las personas ahora son clientes y poco a poco van entendiendo que empiezan a tener algo de poder. Compran a cambio de cariño e identidad, de sentirse dentro de un grupo. El efecto del cliente como concepto duró 15/ 20 años, hasta que las marcas se lanzaron a por los fans, aunque este nivel es complejo adquirirlo y demanda de una inversión brutal en el terreno de la identidad de la marca, que no todas están dispuestas a realizar.

¿Y ahora? Pues como ya he dicho en post anteriores, no te compran, te usan. Fijaos. Si ponéis en Google Comprador, hay 40.600.00 entradas. Si ponéis Cliente: 311.000.000 y si ponéis Usuario: 262.000.000 y esto, que no es ciencia, nos da una idea del poder que está cogiendo el concepto del uso. Y ahora si que podemos decir que el cambio es bestial, porque cuando usan tu producto la emoción que tienes con él es positiva, no negativa, que es la sensación que tienes cuando eras comprador o cliente (¡vaya, otra vez tengo que comprar un móvil! frente, ¡voy a comprar un móvil!). No hay matiz, las empresas que hoy no están en ese terreno, se pueden quedar en el espacio de la asepsia y esto supone que no valgas y te utilizarán como el que va a comprar una lejía, que le le da igual la marca. Un fisioterapeuta que se dedique exclusivamente a atender, se convertirá en un commodity donde el precio será un valor determinante a la hora de la elección, pero si se rodea de tecnología que permita un mayor uso de esa relación, ésta mejorará sin duda. Una farmacia ya no puede ser una mera dispensadora de medicamentos, ahora hay que meter a la farmacia en el hogar, que te usen: Pruebas de sangre, Dispensadores automáticos de medicinas para las personas mayores, etc. Fijaos en Nespresso, el café, un producto trivial que vale, ¿cuánto? joder y pagamos una cafetera y una cápsula de café que por menos de 25 céntimos no encuentras. Tanto te usan, tanto vales. Los móviles los quieren las personas como nueva navaja multi-usos. Si no es capaz de hacer muchas cosas (posiblemente muchas menos hablar), no vale.

¿Y en el futuro cercano? El uso se está derivando hacia el concepto compartir. Tanto te comparten, tanto valor tienes como marca, como servicio, como producto. Por esto la nube, como concepto va a ser aún más potente en los próximos años, porque es el espacio para poder compartir todo lo que consideras útil, a nivel laboral y a nivel personal. Y por eso empiezan a dar alto volumen de espacio para que uses la nube para compartir. Imagino que mientras consigamos mejorar la tecnología, toda esta relación de la marca con las personas irá evolucionando de manera exponencial y deberemos estar al tanto de estos procesos.

Compartir es y será una forma de uso generalizada

Compartir es y será una forma de uso generalizada

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